Viglizzo durísimo: “El INTA se alineó a un gobierno empecinado en librar un combate contra el sector más productivo de la economía argentina”Cuestionamientos de un investigador recién jubilado que trabajó 27 años en el organismo.
Ernesto Francisco Viglizzo acaba de jubilarse luego de una extensa carrera como investigador del INTA que fue validada por muchos reconocimientos internacionales. Ya fuera del organismo se animó a publicar un par de artículos sobre la situación presente de la institución. No lo hizo antes por temor a represalias.
Los artículos fueron incluidos en los últimos dos suplementos Campo del diario La Nación (el sábado pasado salió el primero y hoy se publicó la segunda parte). El contenido de ambos textos –cuya síntesis se reproduce a continuación– es la opinión de muchos investigadores del INTA que, al no estar alineados políticamente con el actual gobierno nacional, en los últimos años han experimentado dificultades para desarrollar su actividad científica y profesional. Buena parte de ellos fueron degradados y prefieren no hablar públicamente del tema para evitar problemas mayores. Esto es lo que expone Viglizzo:
“A moneda constante, en los últimos 10 años el gobierno nacional incrementó en no menos del 150% el presupuesto del INTA. Eso fue motivo de orgullo y jactancia para las autoridades nacionales. La cifra sumaría en la última década más de 1600 millones de dólares, cantidad que se justificaría de haber mediado una revolución tecnológica de grandes dimensiones. Pero eso no ocurrió. Los grandes saltos tecnológicos del agro argentino entraron de la mano del sector privado, nos guste o no. El INTA acompañó el proceso, pero no lo lideró” (el Presupuesto Nacional 2015 dispone 3302 millones de pesos para el INTA, una suma 3.5 veces superior a la asignada al INTI).
“¿Por qué el INTA perdió protagonismo tecnológico? Muchos no coincidirán con mi interpretación de los hechos, pero 27 años consecutivos de permanencia en el INTA me dan cierta ventaja a la hora opinar. Tal vez por complicidad, complacencia u omisión, en esta última década el INTA se alineó a un gobierno empecinado en librar un pernicioso combate político e ideológico contra el sector más productivo de la economía argentina: el agropecuario. El enfrentamiento, estéril e innecesario, alejó al productor del INTA”.
“La usina de conocimientos está dañada. El núcleo duro de investigación y extensión ha cedido terreno a una estrategia comunicacional omnipresente que difunde más actos de funcionarios políticos que tecnología. Se han gastado millones para financiar un proyecto marketinero de vuelo corto”.
“INTA Expone es el símbolo de ese show business, impecablemente organizado, que se replica a través del país y que convoca a contingentes variopintos de niños y jóvenes de escuelas y colegios, docentes, habitantes del periurbano, residentes urbanos, políticos en campaña, técnicos de la propia institución y militantes rentados. Pero hay un gran ausente… el productor rural. No participa porque lo que allí se ofrece no le sirve”.
“Hay que reevaluar el dispensioso proyecto denominado INTA Expone, casi ignorado por el sector rural. Los ingentes recursos que consume podrían ser ahora canalizados hacia la debilitada investigación institucional. A un costo menor y con mayor impacto, el INTA podría lucir sus logros en las expo ya existentes, a las cuales concurren en forma masiva los productores de mayor dinamismo. Más allá de la racionalidad financiera, sería un acto de inteligencia comunicacional”.
“Designados siempre por el gobierno nacional, algunos presidentes y vices han pasado desapercibidos; pero otros encontraron allí un trampolín hacia aventuras políticas mayores: embajadas, Congreso, ministerios, gobernaciones e intendencias” (referencia indirecta al presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, Luis Basterra; al ministro y secretario de Agricultura, Carlos Casamiquela y Gabriel Delgado, respectivamente; y al embajador Argentino en Venezuela, Carlos Cheppi; todos ex directivos del INTA durante la gestión kirchnerista).
“La dirección nacional, o gerencia general, es la otra parte de la historia. Después de un ciclo prometedor durante la primera etapa K que sentó las bases de una estrategia institucional abierta y bien estructurada, el sistema desbarrancó. Las cosas empeoraron y derivaron en un sistema autoritario que arbitrariamente canceló programas nacionales, ignoró concursos legítimos, debilitó la investigación, devaluó al complejo (del INTA) Castelar y cerró vías internas de diálogo y debate antes abiertas. Se borró una estrategia y se la reemplazó con nada. La burocracia completó el cuadro y devoró el presupuesto: cientos de viajes y reuniones tan innecesarias como improductivas desmadraron el sistema. Los técnicos, que deberían cubrir la demanda tecnológica, gastan cientos de horas de trabajo discutiendo proyectos de ejecución incierta, llenando formularios o redactando informes que nadie lee”.
“El sugestivo Programa Dirigencial (del INTA) debería reconvertirse en un programa de capacitación gerencial, liberando al organismo de usar sus recursos para formar dirigentes con sesgo ideológico o político”.
“Cautivo de una visión populista incompatible con la búsqueda de la excelencia, el organismo casi triplicó su número de agentes desde 2007 a partir de una incorporación masiva y desordenada. Aquella decisión irresponsable compromete el futuro presupuestario del INTA”.
“No habría que preocuparse demasiado por el destino de la militancia rentada. Fiel a su ADN, eso muchachos transmutarán de ideología cuando sea necesario y migrarán alegremente en busca de nuevas oportunidades políticas y salariales”.
“El ostentoso dispositivo comunicacional debe ser redimensionado bajo la consigna de que es un medio y no un fin dentro de la institución. Hay que ponerlo al servicio de la tecnología y no de quienes lo usan para publicitar actos de gobierno”.
“Pero no todo está perdido. Sobreviven en el INTA islotes de excelencia en investigación y transferencia tecnológica que pivotan alrededor de personalidades prestigiosas y sostienen el perfil tecnológico de la institución. Sobre esos cimientos se tendrá que reconstruir la institución”.
Ernesto Francisco Viglizzo acaba de jubilarse luego de una extensa carrera como investigador del INTA que fue validada por muchos reconocimientos internacionales. Ya fuera del organismo se animó a publicar un par de artículos sobre la situación presente de la institución. No lo hizo antes por temor a represalias.
Los artículos fueron incluidos en los últimos dos suplementos Campo del diario La Nación (el sábado pasado salió el primero y hoy se publicó la segunda parte). El contenido de ambos textos –cuya síntesis se reproduce a continuación– es la opinión de muchos investigadores del INTA que, al no estar alineados políticamente con el actual gobierno nacional, en los últimos años han experimentado dificultades para desarrollar su actividad científica y profesional. Buena parte de ellos fueron degradados y prefieren no hablar públicamente del tema para evitar problemas mayores. Esto es lo que expone Viglizzo:
“A moneda constante, en los últimos 10 años el gobierno nacional incrementó en no menos del 150% el presupuesto del INTA. Eso fue motivo de orgullo y jactancia para las autoridades nacionales. La cifra sumaría en la última década más de 1600 millones de dólares, cantidad que se justificaría de haber mediado una revolución tecnológica de grandes dimensiones. Pero eso no ocurrió. Los grandes saltos tecnológicos del agro argentino entraron de la mano del sector privado, nos guste o no. El INTA acompañó el proceso, pero no lo lideró” (el Presupuesto Nacional 2015 dispone 3302 millones de pesos para el INTA, una suma 3.5 veces superior a la asignada al INTI).
“¿Por qué el INTA perdió protagonismo tecnológico? Muchos no coincidirán con mi interpretación de los hechos, pero 27 años consecutivos de permanencia en el INTA me dan cierta ventaja a la hora opinar. Tal vez por complicidad, complacencia u omisión, en esta última década el INTA se alineó a un gobierno empecinado en librar un pernicioso combate político e ideológico contra el sector más productivo de la economía argentina: el agropecuario. El enfrentamiento, estéril e innecesario, alejó al productor del INTA”.
“La usina de conocimientos está dañada. El núcleo duro de investigación y extensión ha cedido terreno a una estrategia comunicacional omnipresente que difunde más actos de funcionarios políticos que tecnología. Se han gastado millones para financiar un proyecto marketinero de vuelo corto”.
“INTA Expone es el símbolo de ese show business, impecablemente organizado, que se replica a través del país y que convoca a contingentes variopintos de niños y jóvenes de escuelas y colegios, docentes, habitantes del periurbano, residentes urbanos, políticos en campaña, técnicos de la propia institución y militantes rentados. Pero hay un gran ausente… el productor rural. No participa porque lo que allí se ofrece no le sirve”.
“Hay que reevaluar el dispensioso proyecto denominado INTA Expone, casi ignorado por el sector rural. Los ingentes recursos que consume podrían ser ahora canalizados hacia la debilitada investigación institucional. A un costo menor y con mayor impacto, el INTA podría lucir sus logros en las expo ya existentes, a las cuales concurren en forma masiva los productores de mayor dinamismo. Más allá de la racionalidad financiera, sería un acto de inteligencia comunicacional”.
“Designados siempre por el gobierno nacional, algunos presidentes y vices han pasado desapercibidos; pero otros encontraron allí un trampolín hacia aventuras políticas mayores: embajadas, Congreso, ministerios, gobernaciones e intendencias” (referencia indirecta al presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, Luis Basterra; al ministro y secretario de Agricultura, Carlos Casamiquela y Gabriel Delgado, respectivamente; y al embajador Argentino en Venezuela, Carlos Cheppi; todos ex directivos del INTA durante la gestión kirchnerista).
“La dirección nacional, o gerencia general, es la otra parte de la historia. Después de un ciclo prometedor durante la primera etapa K que sentó las bases de una estrategia institucional abierta y bien estructurada, el sistema desbarrancó. Las cosas empeoraron y derivaron en un sistema autoritario que arbitrariamente canceló programas nacionales, ignoró concursos legítimos, debilitó la investigación, devaluó al complejo (del INTA) Castelar y cerró vías internas de diálogo y debate antes abiertas. Se borró una estrategia y se la reemplazó con nada. La burocracia completó el cuadro y devoró el presupuesto: cientos de viajes y reuniones tan innecesarias como improductivas desmadraron el sistema. Los técnicos, que deberían cubrir la demanda tecnológica, gastan cientos de horas de trabajo discutiendo proyectos de ejecución incierta, llenando formularios o redactando informes que nadie lee”.
“El sugestivo Programa Dirigencial (del INTA) debería reconvertirse en un programa de capacitación gerencial, liberando al organismo de usar sus recursos para formar dirigentes con sesgo ideológico o político”.
“Cautivo de una visión populista incompatible con la búsqueda de la excelencia, el organismo casi triplicó su número de agentes desde 2007 a partir de una incorporación masiva y desordenada. Aquella decisión irresponsable compromete el futuro presupuestario del INTA”.
“No habría que preocuparse demasiado por el destino de la militancia rentada. Fiel a su ADN, eso muchachos transmutarán de ideología cuando sea necesario y migrarán alegremente en busca de nuevas oportunidades políticas y salariales”.
“El ostentoso dispositivo comunicacional debe ser redimensionado bajo la consigna de que es un medio y no un fin dentro de la institución. Hay que ponerlo al servicio de la tecnología y no de quienes lo usan para publicitar actos de gobierno”.
“Pero no todo está perdido. Sobreviven en el INTA islotes de excelencia en investigación y transferencia tecnológica que pivotan alrededor de personalidades prestigiosas y sostienen el perfil tecnológico de la institución. Sobre esos cimientos se tendrá que reconstruir la institución”.